

“Estimado padre, le saluda Antonia, soy parte activa de su congregación y siempre estoy en la primera fila de la misa. La presente es para pedirle intercesión por mi hija Angélica. Sé que le he pedido oración muchas veces, pero la situación ya es insostenible. Cada día está más rebelde y temo por su integridad, me hace preguntas que no puedo responder. Tal vez usted, en su sabiduría, pueda guiarla. Confío en usted y en su experiencia para poder calmar a mi hija. Le explicaré más en persona. Por favor, lo espero en Gxxxxx Cxxxxxx 355, cercado de Lima, el miércoles a las 3 pm. Gracias, querido padre, sé que puedo contar con usted. Hasta pronto.”
Cerraste la laptop un poco apesadumbrado. Conocías muy bien a la Sra. Antonia, era una fiel seguidora y nunca se había negado ante cualquier necesidad de la iglesia. Era cumplida, respetuosa y, aunque algo tímida, siempre estaba dispuesta a ayudar. ¿Por qué a este tipo de mujeres les tocaban los hijos más difíciles? Revisaste la fecha y era miércoles. Habías estado bastante enfrascado en tus asuntos que casi habías olvidado revisar el correo. Te preparaste rápidamente y te dispusiste a salir rumbo a la casa de Antonia sin siquiera intuir lo que te esperaba.
- Eran las 2 de la tarde y yo estaba rebosante de alegría. Con casi 18 años, mis hormonas no me dejaban en paz ni un solo minuto. Todo el día pensaba en sexo. Aunque había tenido algunos encuentros cercanos (manoseo por parte de algún noviecito) vivir en un ambiente tan reservado no me había permitido explorarme. Mi novio no quería tocarme porque "no quería arruinar el momento", y yo, tampoco quería matar la ilusión de pureza que tenía de mí. Los otros jóvenes no me hablaban por miedo al rechazo, y yo no me atrevía a dar el primer paso, pero esa tarde sería diferente.
En un descuido de mi mamá, había cogido su laptop y enviado un correo al padre, haciéndome pasar por ella. Mi mamá tenía buena reputación, y no dudaba que el padre quisiera ayudar.
Llegaste al departamento justo a las 2:50. La puntualidad te caracterizaba y realmente querías ayudar a Antonia. Conocías a su hija desde niña, ella casi no se aparecía en las misas desde que entró en la adolescencia y le habías perdido el rastro, pero sabías que ya era toda una señorita. Te perdiste en tus propios pensamientos mientras se hizo la hora acordada, entonces tocaste el intercomunicador. La puerta se abrió casi automáticamente. "Adelante, padre", recibiste un mensaje de WhatsApp. “Qué raro”pensaste. No era normal que una señora de esa edad prefiero WhatsApp, pero ya estabas ahí, así que entraste al edificio. La reja del departamento estaba abierta, pasaste, y al tocar la puerta, esta se abrió. Detrás de ella estaba yo, medio escondiéndome detrás e invitándote a pasar. Llevaba una falda muy corta y una blusa tan delgada que se me marcaban los pezones, un atuendo ligero, de casa. Instantáneamente te sentiste confuso. Mi sonrisa era dulce, pero mis ojos... Mis ojos solo desprendían lascivia.
- "¡Qué sorpresa, padre! No lo esperaba", dije mientras cerraba la puerta, inclinándome sobre la manija, dejando mi trasero en pompa mientras lo hacía. Intencional o no, nada de eso se sentía bien. "Pase, por favor", dije, intentando ser amable y señalando la habitación.
- "Hola, Angelita. ¿Está tu mamá? Quedé con ella verlas aquí hoy". - "¿Ah, sí? Qué raro, seguro se le pasó. Anda bastante atareada últimamente, ahora tuvo que salir a atender unos pendientes fuera de la ciudad. Pero no se preocupe, yo siempre puedo ser una excelente anfitriona", dije mientras sostenía tu mano y te conducía a mi cuarto. "Justamente acabo de terminar mis tareas y no sabía si salir con mis amigas o ver una película. ¿Por qué no me acompaña? Preparé una bebida especial para el momento, tiene que probarla".
- "Eh, no creo que sea correcto, Angelita. Será mejor que regrese en otra ocasión cuando tu madre esté en casa".
- "¡Ay, padre! No sea así. Además, ya sé por qué mi mamá lo llamó. Ella cree que soy más curiosa de lo que debería. Tal vez usted pueda ayudarme con esas dudas que mi madre no puede resolver".
Observé la duda en tu rostro la aproveché: "¡Vamos! Si que hace calor. Déjeme ayudarlo", dije mientras me acercaba y deslizaba su saco suavemente para quitárselo. "Le dije que puedo ser una excelente anfitriona", añadí.
Sentí como tu piel se erizaba bajo mi cercanía. No podía dejar que te escaparas, así que exclamé: "¡Oh, no!", mirando tus zapatos.
- "¿Qué pasa?", replicaste asustado.
- "Acabo de limpiar el piso, y los zapatos... los virus". Pusiste cara de pena y te apresuraste a quitarte el calzado desviando así los pensamientos de culpa. A continuación, me agaché para recogerlos, dejando que observaras mi trasero con más detalle, y llevándolos a la puerta de entrada, te dije: "Por favor, póngase cómodo, padre. El baño está al fondo si gusta lavarse las manos o refrescarse un poco. El clima es una locura aquí".
Y así lo hiciste.
En cuanto cerraste la puerta del baño, esbocé una sonrisa maquiavélica. Todo estaba saliendo a la perfección. Seguro ahora estarías en un debate moral interno, seguro intentarías escapar una vez más, pero no te dejaría. No ahora.
Saliste del baño y, tal y como lo había pensado, dijiste: "Angelita, eres muy amable, pero de verdad no siento que esté bien que estemos tú y yo solos aquí".
- "¡Ay, padre! No diga esas cosas. Mire que confío tanto en usted que puedo hacer esto... (dije mientras levantaba mi blusa para que vieras mis pechos desnudos)…y saber que usted no me va a hacer nada. Además, mire lo que preparé”, dije restando importancia a lo que había pasado. "Es un blend especial, ni tan seco ni tan dulce. Pensaba tomármelo sola, pero ya que está usted aquí, me encantaría que me dé su opinión. Ustedes también toman vino en la iglesia, en la santa cena, ¿cierto?".
- "Sí, pero es un momento especial, sagrado, no solo una ocurrencia", dijiste. - "¿Qué más especial que venga justo en el momento adecuado?", repliqué. "De hecho, me recuerda por qué mi mamá lo llamó". Pusiste cara de confusión, y yo continué. "Hace unos días compré estos juguetes por internet y estoy segura de que mi mamá los ha visto, y por eso lo ha llamado".
Del ropero saqué un par de vibradores, rosaditos y elegantes.
- "¡Santísimo! ¿Por qué tienes eso?", exclamaste.
- "¡Ay, padre! No me haga decírselo, me avergüenza mucho", dije fingiendo pudor.
- "Puedes confiar en mí, mi niña. Sabes que eso podría hacerte daño, ¿no?".
- "¿Daño cómo?", dije curiosa.
- "Claro, podría dolerte. ¿Ya los has utilizado?", preguntaste.
- "Emmm, aún no he tenido la oportunidad. Justamente pensaba usarlos ahora que mi mamá se fue. Tengo mucha curiosidad por saber qué se siente".
- "Ahora entiendo por dónde va todo. ¿Tienes novio, hija?".
- "Sí, pero él no se atreve a tocarme, y la verdad, padre, ya no aguanto más. Es como un fuego que crece y crece en mi interior y no se apaga con nada". Tomé tu mano y la acerqué a mi entrepierna. Te petrificaste.
- "¿Lo siente, padre? Ese es el calor del que le hablo. A veces es tanto que empapa mi ropa interior, y es muy incómodo andar mojada durante el día. Tal vez usted pueda... ayudarme a que no me sienta así. Es cierto que los juguetes podrían hacerme daño, pero tal vez usted pueda bendecirme y hacer que esté en paz por fin...". Noté que titubeabas, pero no te di tiempo de retroceder. Me quité la blusa y puse tus manos en mis pechos. "Tómeme, padre. Haga que me sienta mujer, su mujer. Prometo que será nuestro secreto". Mirabas mis pechos fijamente mientras tus manos permanecían inmóviles. "¿No es su labor ayudar a las almas en sufrimiento, padre? Ahora yo estoy sufriendo, y usted tiene la forma perfecta para quitarme este calor que me está quemando por dentro", añadí mientras masajeaba tu miembro ya erecto.
- "¡Ay, Angelita! En los aprietos que me pones. Tienes razón, no puedo dejarte así y dejar que cualquiera te haga daño", dijiste por fin, masajeando mis pechos por voluntad propia. "Te ayudaré y haré desaparecer ese calor que tanto te inquieta, solo porque te quiero, hija mía, y quiero lo mejor para ti” dijiste con un tono paternal, pero lleno de lujuria.
Empezaste a lamer mis pechos despacio mientras masajeabas mi trasero; me sentía en el cielo. Sentir tu lengua, la misma lengua que recitaba versos todos los días, ahora dando vueltas en mis pezones, se sentía morbosamente delicioso.
“Eres un pecado, mi niña” dijiste mientras hacías a un costado mi ropita interior con tus dedos y palpabas mi ya empapada vagina. Entonces mirándome directamente a los ojos nos fundimos en un beso profundo, tu lengua introduciéndose en mi boca, tus dedos jugueteando en en mi conchita ,me dejé llevar y empecé a gemir en tu oído.
- “Padre, he pecado” dije mientras me ponía de rodillas. “Necesito que me bendiga” Y sacando tu pene del pantalón me dispuse a chuparlo. Ya no hubo resistencia de tu parte, tus ojos estaban expectantes y mi lengua empezó a subir por tus ingles , despacio, lento, hasta llegar a tus testículos, chupe uno a la vez, saboree mi momento de pecado, y luego muy lentamente me introduje tu miembro en la boca, primero la cabecita, moviendo la lengua en círculos sobre el glande ya hinchado, haciendo que toques todo el interior de mi boca, y luego introduciéndolo cada vez más, como si de un tornillo se tratase. Al llegar al fondo, inicié el mete y saca, uno que te llevó a voltear los ojos y tensar todo tu cuerpo. Querías correrte, lo sentía, pero no, necesitaba que me penetraras. Paré y me recosté en la cama, abrí las piernas, hice mi tanga a un lado y mostrándote mi sexo completamente depilado, te dije: "ahora padre, hazme tuya...”
- Angelica Sánchez
Pd. Aquel que diga que te puedes aburrir en la cama miente. Este es un guion que escribí para un juego de rol que tenemos pendiente😈😏 si… tú y yo! 🔥🔥
Si te gustó, házmelo saber y la próxima historia será ilustrada y con audio… prometo que no tendrá pierde🌡️🌡️🌡️